En este cuento no es el emperador el que camina sin ropa por el reino. No hay paradoja, apenas una forma de protesta, la inmediatez del gesto y, luego, la policía que corre a resguardar los Preciosos Pudores de la Patria. Es apenas cuestión de segundos. Nadie alcanza a saber siquiera de qué se trata. ¿Acaso la desnudez es el mensaje? ¿Con esas señales debiera bastarnos para entender todo el desagrado del pilucho?
Ahí va, caminando a contrapelo y escondido entre uniformes policiales. Luego, más tarde, el frío del furgón, la heladera del cuartel y, quién sabe. Algún gélido tribunal que impondrá su multa. Nosotros seguiremos caminando nuestro día, muy vestido, ignorante de este grito de la piel que se perdió en un mediodía que no entró en la memoria.
Fotografía: Julio Castro
Texto: Pablo Padilla
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Ahí va, caminando a contrapelo y escondido entre uniformes policiales. Luego, más tarde, el frío del furgón, la heladera del cuartel y, quién sabe. Algún gélido tribunal que impondrá su multa. Nosotros seguiremos caminando nuestro día, muy vestido, ignorante de este grito de la piel que se perdió en un mediodía que no entró en la memoria.
Fotografía: Julio Castro
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