¿Entonces tiene que llover un poco más para que se dibuje un arco de colores sobre algún trozo de cielo limpio?

Y al fin al fin al fin al fin del arco iris no hay nada más que unos edificios demasiado sucios

¿Tesoros, azoteas cagadas de palomas, ropa tendida de vecinos estupefactos?

La curva de esta falsa luz no nos protege bajo su reino crecen ciudades y botaderos y se encienden los ojos de la patria caníbal.

¡Niños, vengan a ver esta maravilla! Mañana podríamos tener un aire terrible de distinto


Fotografía: Julio Castro
Texto:Pablo Padilla
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Sálvese quien pueda. Allá viene la nueva ciudad, con su boca enorme y vertical, tragando barrios antiguos y de poca altura. Ya no queda ni horizonte: sólo un cielo indefinible, cables enredados que no dan para telaraña, y algunas personas que hacen como que no pasa nada.
Los niños no se ven. Se habrán escondido en los minúsculos patios interiores. O están en sus húmedos colegios, esperando a que la vida los agrande y los aleje de la zona, donde sus primeros goles se perderán en cualquiera primavera sucia.

Por acá viene el viejo pedaleando. No piensa mirar para atrás. Es que allá, en esa esquina, sólo hay olvido.

Fotografía: Julio Castro
Texto:Pablo Padilla
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