
¿A través de qué cristal la niña nos mira, sin asomo de turbiedad? Quizás sea sólo eso: su limpia mirada. Conducida por la ceguera de sus padres, avanza entre la incredulidad, el miedo y las ofertas desmesuradas de una ciudad que desperdiga su alma y deja ir sus ángeles. ¿Quién de todos sabe a dónde ir, en cuál micro llegar al paradero del siguiente sueño? Ellos estarán ciegos, nosotros intentamos ver. Es el juego de las visiones que se cruzan en las calles. ¿Qué quedará cuando esos pasitos se borren del embaldosado urbano? ¿Estaremos menos ciegos? En cualquier caso, no se asusten: la niña va confiada, la niña va feliz.
Fotografía: Fernando Fiedler
Texto: Pablo Padilla
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