la fotocopia feliz del edén

Aquí estamos. Bienvenidos. La idea es simple. Los autores de este sitio nos paseamos por la vida viendo lo que todos ven. Tenemos la suerte o la virtud o la obligación de registrar eso que nos asalta la vista. Lo hacemos con un lente o lo hacemos escribiendo. Dejamos el producto de nuestra exploración aquí expuesto. Ya sea que te guste o no lo que ves, gracias por la visita. Las fotos se irán rotando arbitrariamente según el criterio del selecto equipo. Mirar es ahora o nunca.

11 septiembre, 2007


Porque es once otra vez, queridos compañeros, siento en los oídos un sonido sucio AM.

Es martes, más encima, y los helicópteros y los blindados llegaron hace tanto, tanto tiempo. Llegaron para puro quedarse, queridos compañeros.

¿Abrirán las grandes Alamedas?

Es once otra vez y lo veo todo desde el taco, mal olor corporal y Transantiago empantanado en la mañana, queridos compañeros. Los que trabajamos vemos a los oficiantes de este rito avanzar hacia Morandé 80, felices ellos que pueden conmemorar.

Nosotros seguimos en la fila, silenciosos en los buses, queridos compañeros.

Es once de septiembre otra vez.

La caballería policial rodeó el Palacio de La Moneda, más temprano que tarde.


Fotografía: Julio Castro

Texto: Pablo Padilla

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31 agosto, 2007


De Perro a Perro, el delgado hilo de agua tóxica une bestias, que se regocijan en medio del caos social.

Todos estos animales vienen hasta la avenida a saciar alguna sed que los agobie. El de cuatro patas está feliz en este día caluros y agitado.

“La calle es libre” para que los quiltros jugueteen de lo lindo y d elo feo.

Tras la fina malla verde que detiene las piedras, un mamífero sonríe.

Y mientras tanto, allá en el fondo, las Anchas Alamedas como que se abren, como que se cierran.

En cualquier caso, un perro saciará su larga sed.

Fotografía: Julio Castro
Texto: Pablo Padilla
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18 julio, 2007


En este cuento no es el emperador el que camina sin ropa por el reino. No hay paradoja, apenas una forma de protesta, la inmediatez del gesto y, luego, la policía que corre a resguardar los Preciosos Pudores de la Patria. Es apenas cuestión de segundos. Nadie alcanza a saber siquiera de qué se trata. ¿Acaso la desnudez es el mensaje? ¿Con esas señales debiera bastarnos para entender todo el desagrado del pilucho?
Ahí va, caminando a contrapelo y escondido entre uniformes policiales. Luego, más tarde, el frío del furgón, la heladera del cuartel y, quién sabe. Algún gélido tribunal que impondrá su multa. Nosotros seguiremos caminando nuestro día, muy vestido, ignorante de este grito de la piel que se perdió en un mediodía que no entró en la memoria.

Fotografía: Julio Castro
Texto: Pablo Padilla
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28 junio, 2007


Debieran bastar apenas unas pocas palabras para delimitar el contexto: Mataquito, Planta Licancel, los peces muertos, la parafernalia por lavar la imagen y los torrentes. Sí, el río fluye, pero entre esta turbulencia marrón ya no hay forma de flotar. El paisaje, verde allá en el fondo, aún resiste la amenaza de lo que se viene aguas abajo. Pero ya no hay peces que cuenten esta historia. Los obreros, blindados de plástico amarillo, hacen lo que deben, lo que pueden, lo que alcanza apenas para ganarse el pan en una pega de por si cochina. Todo, todo, todo esto es lo que hay. Lloremos.

Fotografía: Julio Castro
Texto: Pablo Padilla
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21 junio, 2007



En el frío de la huelga mañanera, el hombre llama. No hay cómo calentar esta ciudad, que se entume y se congela esperando una micro imaginaria. La policía, siempre alineada, siempre con la mirada bien perdida en el horizonte, también aguarda algo que no se decide a suceder. Después vendrán las lluvias, los palos, la neblina lacrimógena, la noticia a la pasada, la normalidad reconquistada a golpes. Y cada vez su fuego, fuego, llamas y llamadas. Los choferes quieren un aumento (necesitan un aumento). En el pedir no hay engaño, y tampoco hay engaño en la respuesta negativa. Luego, que arda lo que tiene que arder. Y a los pasajeros, botados en las avenidas, no los calienta nadie.

Fotografía: Julio Castro
Texto: Pablo Padilla
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20 junio, 2007


Masticamos el frío hecho madera sin cepillar. Dudamos que todos estos señoritos de Las Condes entiendan lo que es una noche de helado desvelo. Se trata de un techo para Chile, pero en este Chile que vivimos el techo de precario zinc ofrecido luce como un engendro de otro planeta. Un planeta en el que el frío se siente de verdad. En el que la lluvia de verdad tamborilea sobre las cabezas como una percusión maldita. El frío de estas semi casas es más real que el viento que sienten los señoritos al esquiar en la cordillera, al navegar por los canales del sur, o al hacer deporte aventura. Nada contra Un Techo Para Chile: hacen lo que pueden con las chauchas que los millonarios dejan caer, con gestos contritos, con toda la parafernalia del que lava su imagen. Y todo eso mientras siguen pagando sueldos de hambre, sueldos de sobrevivencia, sueldos congelados. Pienso en la camioneta verde del Padre Hurtado, que no tiene nada que ver con los 4X4 que pasan raudos frente a la precariedad de esta casa que los generosos de la Muni de Las Condes exhiben con generosidad de comercial. Y mientras el mítico vehículo del Padre Hurtado salía por las noches a recoger mendigos bajo los puentes del Mapocho, muchas de las 4X4 de los señoritos del pudiente vecindario salen a recoger prostitutas, (mayormente travestis), en la gélida oscuridad. Y es seguro que ellos pagan por esos servicios mucha más plata de la que son capaces de donar a la beneficencia. Nada contra las prostitutas: ellas se tienen que ganar la vida. Y su alternativa está ahora a la vista: si no juntan las monedas, capaz que tengan que dormir en una de las mediaguas como la exhibida por el Municipio, justo frente a su lugar de trabajo. ¿Y bien? La camioneta verde ya no circula por las calles. Las 4X4 pasan y pasan, se detienen, cotizan, recogen y se van. Y la lluvia cae y cae, pero no lava la imagen de ningún millonario, por muy blindado que esté en sus buenas intenciones.


Fotografía: Julio Castro

Texto: Pablo Padilla

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31 mayo, 2007


La mujer viene y se desnuda ante la vida. Se desnuda ante su vida. Ante nuestra vida se desnuda. Entonces pasa algo que viene desde lo muy hondo, algo que vence al frío seco del otoño. Algo que no terminaremos de entender. La locura sin ropaje de esta dama tiene todo para sorprender o para llamar a la risa fácil, pero eso no basta para comprender su flagrante desnudez.
Vengan a ver. El macho policía no se atreve a mirar, por eso busca en el horizonte algo que cubra la piel ante sus ojos. La hembra policía le explica con el dedo levantado el contexto legal y toda la parafernalia de decretos que no cubrirán a esta despellejada. Y el día es tan helado. Cada día de estos sigue tan helado.


Fotografía: Fernando Fiedler

Texto: Pablo Padilla

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