
Para sentar a leerse el futuro, cualquier Cordillera sirve. No se cruce nadie. No interrumpan. El futuro está escrito a sus espaldas. Por enfrente, el mar es un chiste privado. Hacia atrás todo cae y se salva. Se ve que tantos caminaron en subida o hacia abajo, y que el tiempo que los trajo es el mismo que se los llevó. Compatriotas que caminan a tientas en estos días fríos. No hay soledad, sólo un minuto en que la luz golpea y huye hacia otro cielo. Después, las micros tapan la mirada, y hay que seguir el trámite hasta que se haga de noche. Huyan a perderse con su apuro triste bajo el brazo. Aquí, precisamente al borde de la trepada, alguien sigue leyendo su futuro en letras medio borradas por la lluvia y por la sal.
Fotografía: Fernando Fiedler
Texto: Pablo Padilla
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