
Las estatuas pensantes de Santiago de Chile se tienen que exprimir los sesos bajo el sol para inventar inmovilidades novedosas que reactiven la lluvia de monedas.
Ya no basta con volverse angelito envuelto en encaje o minero metalizado. Ya no basta el disfraz de muñeca.
Ahora, justo ahora, es tiempo de esta grande ventolera. ¿Y cómo distinguir entre los que se mueven y los que no?
No nos distraigamos: cualquier día de estos, vamos y nos estrellamos contra la persona que viene doblando por la esquina, justo en dirección contraria.
Fotografía: Julio Castro
Texto:Pablo Padilla
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