Desde el fondo de la caverna de los sueños, los conciudadanos salen a la incierta luz de un nuevo día. Se visten apenas con algunos colores distraídos, entregados al implacable blanco y negro que todo lo arrasa. Se hacen difusos entre sus conversaciones livianitas. Miran la cámara sólo para creer que hay algo más allá, afuera de su vista. El resultado es el mismo: más blanco y negro. El brillo volverá más tarde, en otra sesión de miradas escondidas.
Fotografía: Fernando Fiedler
Texto:Pablo Padilla
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